jueves, 6 de mayo de 2010

De vuelta

A veces uno no se da cuenta de cuan importante es la tranquilidad hasta que la tiene. No sólo irse de vacaciones por ahí a un lugar medio perdido en donde sea, sino vivir en algún lugar por una temporada que haga que uno se de cuenta de ello.

Cuando se está tranquilo todo parece más amable. No es que esto sea mejor o peor, no es que la vida de primer mundo haga a unos inferiores o a otros superiores, pero creo que la evolución de estos está en haber entendido cuan valiosa es la cordialidad ambiental.

Los pajaros no se oyen estresados, el caminar es tranquilo y armónico, nadie mira a su alrededor, sin prisa. He vuelto a casa a las 4 de la mañana sin huir de nada, con el paso aprisa sólo por el frío que ha enrojecido mi nariz.
Camino por esas calles mirando cada detalle que me apetece, el aire huele a limpio, el calor no pesa.
He salido a la tienda en bicicleta y los autos han esperado pacientemente a que tome mi rumbo.

Me he sentido aburrida de estar en casa y a la menor provocación he salido a fumarme un cigarro, dar un par de vueltas la zona, me gusta particularmente. He quedado para tomar una cerveza en el bar de la esquina y el sol estaba aún alto. Pusieron las mesas afuera para aprovechar el poco calorcito y mientras una señora bebía su cerveza dos niños jugaban en la banqueta a su lado. se ha vuelto una fiesta ahí al lado, comienzan a congregarse pues algun partido está por empezar.

Estoy profundamente enamorada de mi tranquilidad, me resisto a pensar en lo que significa volver. Y si bien podría enumerar las maravillas de aquel, este me da ahora lo que más quería: un espacio armonico para encontrarme con mi soledad íntimamente, entenderla, quererla y sentirla mía, disfrutarla.

No quiero perderla en medio del barullo, del estres, de esa violencia intangible que apabulla, que hace de uno igual, no quiero ser una anonima para mi misma.

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